jueves, 15 de diciembre de 2011

Media naranja






Hoy desperté a media mañana, deberían ser entre las diez y media y las once. Al abrir los ojos me doy cuenta de que ella todavía tiene su cabeza sobre mi pecho. Siempre que se queda a dormir conmigo usa mi pecho como almohada, duerme a mi lado izquierdo, “para oír los latidos de mi corazón”, dice. No puedo más que sonreír al escuchar su respiración acompasada. No quiero despertarla, así que decido quedarme quieto, no mover ni un pelo. Incluso resisto la tentación de pasar mi mano por su espalda para gozar de la suavidad y tersura de su piel. No pasa mucho rato antes de que despierte también. Ella es más dormilona que yo, pero por alguna razón cuando yo despierto ella no tarda mucho en hacerlo, quizás dormida de alguna manera lo note. Cierro los ojos de nuevo para sentirla respirar, de pronto escucho un “buenos días, trasto”. Vuelvo a sonreír y respondo con un “buenos días, bella durmiente”. Pasando su mano por mi pecho me susurra “dormimos un ratito más, ¿sí?”, con voz adormilada. Nos quedamos en silencio, sin movernos, aunque ninguno de los dos se duerme.


Un rato más tarde me pregunta si me quiero levantar ya, le digo que sí, que necesito ir al baño, “bueno, yo me quedo un ratito más”. Le doy un beso en la frente, que es lo que tengo más a mi alcance, pero ella levantando la cabeza me lo pide en la boca. No puedo resistirme a besar sus labios de seda. Se da media vuelta y apoya su cabeza sobre la almohada, entonces me levanto para ir al baño. Antes de salir de la habitación echo una ojeada a su hermoso cuerpo desnudo, estirado en la cama. La sábana cubre la mitad de su cuerpo, hasta la cintura, puedo ver su espalda desnuda, su costado y su seno derecho. Me recreo unos segundos mirándola.
Al salir del baño oigo que me llama, con voz aún soñolienta, “¿Vas a preparar café?”; “¿tú quieres café o zumo de naranja?”; “café, por favor,” me contesta, “con leche”; “de acuerdo, cielo” le respondo; mientras me alejo escucho de nuevo su voz, “¿puedes hacerme una tostada…”, “…con mermelada?” me adelanto yo, “síiiiii”, “por supuesto que puedo”. Me dirijo a la cocina con la imagen de su cuerpo desnudo dando vueltas en mi cabeza. Pongo la plancha a calentar, preparo la cafetera y busco el exprimidor, para hacerme un zumo de naranja. Cortando las naranjas, la imagen de su cuerpo me sigue rondando, al final corto más de las que necesito. Hecho el café, las tostadas, con mermelada para ella y con aceite de oliva para mí, y el zumo, lo dispongo todo en una bandeja. Ah… y añado media naranja, de las que había cortado de más.


Regreso a la habitación con la bandeja y la dejo sobre la mesilla de noche. Ella no se mueve. Sigue recostada sobre su lado  izquierdo. Entro de nuevo en la cama y me acerco para darle un beso en la mejilla. Mi pecho desnudo se apoya en su espalda. Al contacto con su piel noto que tengo una erección, acerco mi pene duro a sus nalgas. Ella lo nota y ladea su cabeza para que la bese en los labios de nuevo, mientras que con su mano busca acariciar mi entrepierna, sobre el bóxer. Se da la vuelta, quedándose boca arriba. La beso, mientras mi mano recorre su vientre, subiendo lentamente hasta sus senos. Le beso en la frente, las mejillas, los ojos, la puntita de la nariz y los labios, sin dejar de acariciar sus senos. Le beso el cuello, mientras ahora mi mano acaricia sus muslos y busca sus nalgas. Se incorpora, me dejo caer sobre mi espalda, y me besa. Cruza una pierna sobre mí y se tiende sobre  mi pecho, sin dejar de besarme… en los labios, en el cuello, en el pecho. Mis manos recorren su espalda de arriba abajo, hasta llegar a sus glúteos y sus muslos, hasta dónde alcanzan. Sus labios descienden por mi vientre llegando hasta la goma del bóxer. Se detiene, se levanta para ponerse a horcajadas, frota su vagina contra mí, sobre el bóxer. Instantes después se echa un poquito hacia atrás, acaricia con sus dos manos mi vientre y desciende lentamente hasta el bóxer de nuevo, me lo quita despacito, demorando el momento en que aparecerá mi erecto pene. Ya sin el bóxer, besa y pasa su pasa su lengua por mis muslos, por la cara interna, subiendo lentamente hasta la ingle. Agarrando mi pene, moviéndolo suavemente con su mano, empieza a lamer mis testículos; después recorre con su lengua mi pene de abajo hacia arriba... su lengua empieza a hacer maravillas en él hasta metérselo en la boca. Durante varios minutos lo lame, lo chupa… con fruición.


Me incorporo de nuevo para besarla diciéndole que quiero zumo de naranja… me mira como quién no entiende; le índico que se ponga boca abajo; lo hace de inmediato sin decir nada. Estiro mi mano hasta la bandeja. Cojo la media naranja y paso la parte de la pulpa por su espalda lentamente. Primero a la altura de sus hombros y de su nuca, luego mi lengua recorre la zona humedecida por la naranja. Repito la acción por la parte izquierda de su espalda hasta llegar a la zona lumbar, luego por la parte derecha. Mi lengua recorre su espalda siguiendo el rastro del zumo. Seguidamente levanto la mano, desde unos cincuenta centímetros, aprieto suavemente la naranja para que gotee sobre el surco de su espina. Las gotas marcan el nuevo camino que seguirá mi boca. Otra vez paso la naranja por su piel, pero ahora por las piernas, subiendo lentamente desde los tobillos hasta la rodilla, en una primera fase; desde la rodilla hasta las nalgas, en una segunda fase. Vuelvo a apretar la media naranja, esta vez con un pelín más de fuerza, para que las gotas de zumo caigan entre sus nalgas y mi lengua recorra ese precipicio, desde la zona lumbar hasta su vagina.


A continuación le pido que se dé la vuelta, boca arriba. Dejo caer unas gotas de zumo sobre sus labios para volver a besarlos, esta vez con sabor a dulce naranja. Mientras la beso, paso la pulpa sobre sus senos, que son el próximo objetivo de mis labios y lengua. Empapados sus senos, esta vez quién lame con fruición soy yo. Paso mi lengua por ellos, en una espiral que se va cerrando sobre el pezón. Cuando al fin se cierra la espiral, mi lengua se entretiene jugando con él, mis labios lo agarran, mis dientes lo muerden suavemente mientras mi lengua le da ligeros golpecitos. Así con uno y otro seno; y otra vez con el uno y otra vez con el otro. Vuelvo con la pulpa de la naranja, esta vez pasándola por su vientre y llenando su ombligo con unas cuantas gotas de zumo. Mi lengua se apresura a recorrer el camino trazado por la media naranja, pues hasta mi nariz llega el olor de sus jugos vaginales y mi boca está ya más sedienta de ellos que de naranja.


Cuando acabo con la zona de su pancita, separo sus piernas un poquito más. Me apresto a exprimir la media naranja, hasta la última gota, sobre el monte de venus y sobre su rajita ya empapada. Mi cara se hunde entre sus muslos para lamerla. Paso mi lengua suavemente, de abajo a arriba, apenas rozando apenas la vagina, sin detenerme en su clítoris, para alcanzar el monte de venus y sorber el resto del zumo. Desciendo lentamente hasta llegar al clítoris, esta vez mi lengua y mis labios si se detienen en él, mientras escucho como su respiración se acelera y los suspiros se convierten en jadeos. Los jadeos pasan a ser gemidos cuando mi lengua entra dentro de su vagina. Sus jadeos, sus gemidos, el olor a zumo de naranja mezclado con el de sus flujos conforman una atmósfera extraordinariamente excitante, que me llevan a lamerla cada vez con más ahínco. Ya no oigo jadeos, sólo gemidos. Gemidos cada vez más acentuados. De pronto vuelvo a oír su voz entrecortada que me dice "Amor, entra dentro de mí... entra dentro de mí... ¿sí?... ¡Entra dentro de mí!". Yo hago caso omiso a su petición, hasta que su voz pidiendo "¡Entra dentro de mí!" suena a más súplica. Sigo lamiendo. Ella se incorpora súbitamente y poniendo sus manos sobre mi cabeza me obliga a parar.


En esos momentos veo su rostro nuevamente. Está pálida, sus ojos parecen fuera de órbita, sus labios están más rosados e hinchados por la excitación. Me sonríe mientras sus ojos brillan, con un brillo especial. Me acerco para besarla de nuevo, mis labios se funden con los suyos y nuestras lenguas se persiguen. Sus brazos rodean mi cuello, y aprieta sus senos contra mi pecho, siento sus pezones duros que se clavan en mi piel. 

Tira de mí para que me ponga sobre ella. Tumbada de nuevo sin dejar de besarla, mi pene presiona su clítoris, ella con su mano lo agarra para introducirlo dentro de su vagina. Pero yo no quiero penetrarla todavía, quiero llevarla un pelín más allá en su excitación antes de entrar dentro de ella. Así pues, cojo su mano para evitar que ella cumpla su objetivo, se resiste levemente, pero busco la forma de que nuestros dedos se entrelacen. Le hago subir la mano hasta que queda a la altura de su cabeza sobre la cama. Seguidamente entrelazo mis dedos con los suyos de la otra mano y busco la misma posición. De esta manera la tengo controlada. Me inclino para besarla de nuevo, mientras me muevo pasando mi pene sobre su rajita y su clítoris, sin entrar. Ella empieza a jadear, pero esta vez ahogo sus jadeos con mis labios y mi lengua. Siento su vagina como se va mojando más y más, siento como está bien abierta, y me dispongo, ahora así, a entrar. Lo hago con un golpe seco. Ella suelta un grito de placer. Empiezo a moverme lentamente y noto sus piernas sobre mí. Siento sus talones sobre mis nalgas que me espolean, para que los movimientos sean más y más y más rápidos. Su respiración se ha desbocado, sus gemidos son cada vez más intensos, ya casi son gritos. Entonces me detengo. Me quedo quieto dentro de ella. Ella suplica que siga, le sonrío mientras le hago un “no” con la cabeza. Me responde intentando morder mi labio inferior, siento sus dientes que no alcanzan a morderme. Suelto una carcajada. Ella, sacando una fuera extraordinaria, me da la vuelta. 

Quedo yo ahora abajo y ella sobre mí, "Voy a cabalgarte, así no me harás más esto". Empieza a mover sus caderas cada vez más rápido apoyando sus manos sobre mi pecho, con los ojos cerrados y el pelo cubriendo su cara, mientras sus senos se agitan con sus movimientos. Vuelven los gemidos como gritos, el rostro se le desencaja completamente, hasta que llega el alarido del éxtasis. Las caderas empiezan a ralentizar sus movimientos y le pido que no pare. En último esfuerzo, presiona sobre mi pecho con sus manos, entre gemidos, tratando de mantener el ritmo… me derramo dentro de ella.


Finalmente, se derrumba sobre mi pecho. Nos quedamos abrazados en silencio, tratando de recuperar el aliento. Unos minutos más tarde empiezo a acariciar sus cabellos y a besar su frente, ella me devuelve los besos. Besos tiernos y dulces. Ya repuestos del esfuerzo, le digo "Amor el café con leche estará ya frío", ella se sonríe y contesta "Pues haremos otro". Nos quedamos en silencio un ratito más, hasta que por fin susurra "¿Amor, nos duchamos juntos?", "Sí, cielo, vamos".


Tánatos

Y siempre hay lugar para un momento dulce, agradecer a Tánatos su colaboración.
Por este relato que da un punto de naranja dulce...

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